La carga propia es nuestra imperfección; la otra carga es la que nos viene del exterior, o sea del mundo espiritual que no alcanzamos a ver, pero que sentimos en toda forma; más, cuando le damos facilidad al mal ya que el pensamiento lleva y trae, hace y manda hacer.
Decía nuestra Madre: "Hijos, no hagan mal ni con el pensamiento para que no recaiga sobre vosotros mismos: En esto, está el principal motivo de nuestro recargo espiritual."
"Hijos, aquellos que dejaron el cuerpo, a dónde queréis que vayan, sino con vosotros que tenéis el cuerpo?" y agregaba: "Tal vez aquél que más os quiere es el que más os hará sufrir."
El mal tiene también a su servicio espíritus esclavos, que obedecen ciegamente a lo que el mal le manda hacer, y así, vienen de a uno o en avalancha a tentarnos para apartarnos del camino de Dios, esa es la obra del mal.
Si observamos lo que nos ocurre a nosotros o a nuestros semejantes, nos daremos cuenta de la necesidad que tenemos, de allegar luz a nuestros espíritus, instruyéndonos en la Ley Divina, para podernos defender de las maldades de la vida: Quién esto practica, ese, es el verdadero rico.
No tenemos que dejar que nuestro carro se cargue demasiado; por eso decía la Madre "Hijos, después venís a mí cuando os encontráis bastante cargaditos, eh?"
Estas impresiones y sensaciones que sentimos a diario, que nos ocasionan molestias, muchas veces muy pesadas de sobrellevar, que vienen del espíritu, pero que sentimos en nuestros cuerpos y nos damos cuenta que son anormales, raras, es lo que llamamos carga, como nos enseñaba nuestra grandiosa Maestra "Hijos, muchas veces sin razón aparente de ser, pero que tienen su motivo en que no alcanzamos a percibir cuál es la causa, sufrimos angustias, tristezas, ideas de estar enfermos, insomnios, creemos que todos están mejor que nosotros, encendiéndonos ideas envidiosas, etc., no son más que desconcertantes efectos, de la carga que nos traen aquellos que dejaron el cuerpo, con esas mismas ideas en el mal y que nos pasan a nosotros. ¿Y nos vamos a dejar vencer?"
"Hijos queridos, tenemos que tratar de no ser nosotros mismos, quienes con el proceder incorrecto, malos pensamientos y peores sentimientos, atraigamos más carga aún, de la que en sí ya tenemos. Muchas veces dejamos puerta franca a nuestra fiera interior y a malos instintos (por supuesto, aquí no juega la razón sino la ignorancia) y todo ello atrae por afinidad espiritual a iguales ideas que en el espacio están, ocasionándonos un tremendo recargo del mal, con consecuencias imprevisibles. ¡Cuidado hijos!"
Nos encontramos, pues, cargados y perturbados y como no nos acordamos de las enseñanzas de nuestra Madre, no nos aliviamos, y, en consecuencia, no sabemos defendernos."
Decía Nuestra Madre: "Hijos, poneos en recogimiento todo el tiempo que podáis, elevando vuestro pensamiento en Dios para vosotros y para vuestros semejantes, dando lugar al bien para que trabaje y Dios será con vosotros." " Tened confianza en Dios; sed constantes en la práctica del bien y vuestras cargas serán aliviadas."
El Bien hay que ganarlo, cada cual por sus propios medios, entregándonos de cuerpo y alma a Dios, es decir, ni por rezos, ni por ritos, sino por el cumplimiento de las obras de bien, que nos fuera posible realizar, dando lo mejor que podamos de nosotros mismos, y permaneciendo constantes en la práctica de los buenos sentimientos y mejores pensamientos.
Dios quiere que seamos buenos, nobles, justos, sinceros, de sentimientos puros, agradecidos, activos y diligentes, para que podamos elevarnos moral y espiritualmente. Dios no quiere que seamos malos, perversos, innobles, injustos, celosos y desagradecidos, hipócritas, traidores, envidiosos, egoístas y mezquinos, mentirosos y calumniadores, ni falsos con nuestros compromisos morales o materiales; que no toquemos nada que no nos pertenezca, que no seamos aduladores ni fanáticos.
Hijos cumplir la obra, es ante todo, no perjudicar a nadie materialmente, ni con el pensamiento. Ni aún a nuestros enemigos; al contrario, hay que pensar para ayudarlos, aunque sea con nuestros mejores sentimientos y pensamientos. Después, debemos fijarnos que lo que haremos o hayamos hecho, no este causando males o dolores a nadie; ¡Cuidado con la maldad! Decía la Madre: ¡Cuidado con las malas obras, ni con el pensamiento, para que no recaiga sobre vosotros mismos!
Todos nuestros hechos, actos y pensamientos, no se borran jamás: No se pierden y si son malos, van a ser nuestro martirio del mañana.
Cumplir la obra, es ayudar al débil, al pobre, al que sufre la injusticia o infamia de los otros, al que tiene el alma dolorida o el dolor en su cuerpo.
Hay otro cumplimiento que es fundamental: El que es llamado a la obra, tiene que concurrir al Apostolado de su simpatía, a escuchar la palabra de Dios por nuestra Madre, por acto de obediencia a Dios, para instruirse a sí mismo y en bien de ese inmenso mundo espiritual que cada uno lleva consigo, para que se arrepientan y se entreguen a Dios. Esa es la verdadera caridad. |
El hombre siembra la semilla y con el tiempo cosecha lo que sembró, y lo mismo, cada año, recoge los frutos de las plantas.
También, por ignorancia, siembra maldad, que cosecha irremediablemente, en forma de amarguras de índole física y moral. La ignorancia viene de la rusticidad, contenida en el espíritu, como la sal en el pan.
Cada dos mil años, por voluntad de Dios, sucede el magno acontecimiento de la Regeneración del espíritu de la humanidad, que consiste en Enseñar la verdad de Dios para comprenderlo y así, obedecerlo.
La regeneración instruye al ignorante, le hace comprender la existencia de Dios y le inculca la más hermosa de esas verdades: Tener confianza en Dios. Si Dios te ha formado, sabe también reformarte.
Cabe decir que esa reforma (la regeneración misma) no está exenta de sufrimiento: El sufrimiento es tan necesario, como lo es el aire para la vida, o el agua, o el sol.
Nuestra Maestra, explicaba, con particular esmero, esta difícil noción acerca de la regeneración, que es hasta incomprensible para la mayoría de los seres humanos; solo la comprenden los elegidos o escogidos para la obra de regeneración.
Decía la Madre: "Hijos, nadie quiere sufrir; ninguno quiere el sufrimiento, pero tenéis que sufrir" y en otras ocasiones también decía: "Si venís a mí para que os quite el sufrimiento, es señal de que no me habéis comprendido: Aliviaros vuestro sufrimiento, sí, pero salvaros de él, no" y repetía las palabras del Maestro: "Ahora tengo que ascender; no me veréis, pero ya sabéis que no soy muerto; vosotros tampoco moriréis; algún día, cuando perfecto sea vuestro espíritu, a mi lado os conservaré eternamente, sin sufrir, con las dichas eternas del Universo.
Pero mientras tanto, para hallar lo que os haga falta para cubrir vuestras necesidades, llevadme en vuestro corazón, que yo estaré con vosotros, cerca de mi Reino para ayudaros a resistir vuestros sufrimientos, a vencer, aliviar y pulir... pero Evitar vuestros sufrimientos, no os hagáis ilusiones (y nuestra Madre terminaba la frase dicha por Jesús, agregando: "... y yo os digo lo mismo").
El sufrimiento pule nuestras imperfecciones, que equivale a afirmar que poco a poco va quitando la ignorancia de nuestros espíritus y se convierte en bueno lo que es malo. Es la ley de Dios.
Dios no ha formado al espíritu de la humanidad su joya predilecta para dejarla perder; todo lo que Dios ha formado desde el principio, es eterno, no puede perderse jamás. El mal mismo, se trocará bueno, inexorablemente, y de lo último que fue (fango) llegará a ser Esencia Pura, Dios.
Dios, nada crea después del Principio, porque el fin lo concibió en el Principio mismo. Toda la vida que vemos formar ahora (el nacimiento de seres, animales y plantas) no es sino el cumplimiento de la ley de la Multiplicación creada o dispuesta al Principio, y el fin no es otro que llegar al Principio – Dios.
Quién comprenda lo que acabo de decir, cosechado de aquel Faro luminoso Maria, habrá dado un gran paso, Un gigantesco camino ganado hacia la comprensión de la Voluntad Divina, que es la de quitar el fango (en nosotros) y llegar a esencia pura-Dios.
Por eso es que cada Veinte Siglos, también inexorablemente, se cumple otra de la leyes divinas: La Cosecha Humana, que viene sucediendo desde centenares de siglos: Conocida es la narración bíblica del diluvio universal y los que se salvaron en el Arca de Noé; más, también hubo cosecha humana en la época de Jesús, pero no como "diluvio" de agua, sino de calamidades (pestes, enfermedades, hambre etc.)
Dios es la misericordia misma: No es El quién desata el diluvio, sino que la humanidad va formando con su mayoría de maldad el ambiente contaminado y se destruye a sí misma, (en el aire está, y no se ve, toda la cizaña que la humanidad fue sembrando después de terminada cada redención: vicios, pasiones, sufrimientos no aceptados o admitidos con resignación, crimen, el veneno que se coloca para no sufrir, el veneno que se coloca para crearse un falso placer corporal, malos pensamientos, como tienen los que critican, murmuran, infamian, injurian, calumnian, no perdonan, etc.)
Cuando ese ambiente, formado por los seres que dejaron su cuerpo, y que al dejarlo lo hicieron envueltos en tanta cizaña, llega a ser, ya, insoportable para quienes están con cuerpo, sobreviene el remedio divino: la Cosecha humana.
En el párrafo que antecede digo, que la humanidad se destruye a sí misma: es menester aclarar que, con ello quiero significar, no la muerte del espíritu, - ya que éste es eterno como su Creador - sino que la maldad, que en constante aumento nutre al espíritu obnubilando la conciencia, crea afinidad espiritual con la mayoría de maldad que en el aire están y los seres atraen, como el imán, ese ambiente retrógrado para su regeneración.
Y así explicaba nuestra Maestra: Hijos, el espíritu tiene su poder de atracción: por eso os recomiendo que tengáis cuidado con quienes vais a andar. ¿Veis?: Esto es un imán... ¡Y qué poder tiene, eh! Cuántos alfileres, y clavos atrae y pegados a éstos otros alfileres y clavos. Pues debéis creer que todas y todos, sin quedar ni uno, tenemos eso. Cada uno atrae a los demás: todos y todas igual, comprendan, entonces, de dónde vienen los verdaderos contagios ¡Por el aire!, hijos.
¿Y os parece a vosotros que aquel que ha formado el armazón, el molde y maniquí, con los obreros necesarios para elaborar las esencias y formar el espíritu que va a llevar con el cuerpo, va a dejar perder tanta grandeza? ¡A ver si alcanzan a comprender que no se muere!
Y agregaba la Madre, refiriéndose a otras enseñanzas: No os hagáis. pues, ilusiones. Yo quiero que os vayáis, cuando os toque, con un cuerpo bien limpio, y para eso tenéis que andar siempre con Dios... Así como son aquí, así están allá. Ah ¡Pero allá, nadie les enseña nada eh! ¡Pobres mártires: cuanto se colocan en el cuerpo, lo llevan en la envoltura de su espíritu... Muchos no quieren beber y beben... ¡Cuántos no quieren robar y roban! ¡Y cuantos no quieren hacer cosas que no convienen y las hacen ... ¡Y cuantos quieren y no las hacen! Es claro conforme a los andan con ellos sin cuerpo.
Y más adelante agregaba nuestra Madre: Al tísico nadie lo quiere, por bueno que sea, y ¿Por qué? porque tienen miedo al contagio, y todos se alejan de él.
Y los que andan con el mal ¿Qué llevan entonces?: La malignidad de las amarguras y pasiones... ¿ Y cómo se van cuando dejan su cuerpo? Tísicos, cancerosos, ciegos, mudos, sordos, paralíticos, borrachos, víctimas de catástrofes, desastres, etc. En ninguna parte están bien: tienen hambre, y comen y no están bien; tienen sed... Beben, y no están bien; se acuestan a dormir, lo mismo (la Maestra se refería, es obvio decirlo, a los que dejaron su cuerpo y vienen con nosotros pasándonos la misma idea de su particular martirio).
También enseñaba: "...el cuerpo en la fosa queda ¿Y qué cuerpo lleva? El de la enfermedad. El borracho lleva la borrachera a cualquier parte que vaya y cuando deja su cuerpo en la tierra ¿Qué lleva en su espíritu? Lo mismo que aquí, dolor, enfermedad, vicios, todo... Tienen frío y no pueden calentarse, tienen calor, lo mismo. Y bueno hijos recordad que somos nosotros los maniquíes para arreglar a aquellos, pues, ¿Dónde queréis que vayan? Así que comprendan lo que gira en nuestro derredor."
En cuerpo humano se formaron en el mundo, y en cuerpo humano al mundo tienen que volver. ¡Imaginad qué ambiente tenemos!... Somos peregrinos en el mundo, vamos y venimos a progresar: Si llevamos en nuestro corazón a Dios, sentimientos y obras de El, queda lo de Dios, dónde quiera que estemos y según la Confianza; si en vez, andamos más en lo mundano que en Dios, el resultado: más vicio, más pasiones, más maldad. ¿No lo palpáis todos los días?"
El espíritu de la humanidad, como se ha enseñado por Nuestra Madre, es un imán en el que se adhieren (por así decirlo), según su "afinidad", las esencias buenas o malas, (hoy más malas que buenas, al punto que nuestra Madre dividía el todo –esencia en cuatro partes y adjudicaba al mal tres partes y al bien solo una).
El espíritu de la humanidad, no es, como la esencia–Dios, ni simple, ni pura, sino compuesta de rusticidad, pero todas esas esencias rústicas están fuertemente imantadas a una partícula divina "Dios": Ningún ser, sea humano, animal o vegetal, carece de esa chispa divina: "Si todos tenemos vida, todos tenemos esa partícula divina-Dios."
Dios es la fuente, es el origen – principio de la vida. No se mueve una brizna de hierba sin voluntad. Todo lo que Dios creó y formó, es Eterno; nada ni nadie puede contra su creación. Por lo tanto, nuestras vidas son eternas. Nada ni nadie puede quitarle a Dios lo que creó o formó, confiriéndole vida, de El venida.
Dios ama y protege también al mal, porque su Principio creador, ley primera, es que todo lo rústico "se haga bueno, como El (ley de regeneración). Por ser principio divino, es que Nuestra Madre decía: "El mal viene a la Regeneración y el Bien está para la protección del mal."
El mal (es esencia rústica con vida) que se adhiere o se posesiona de los seres con cuerpo, (por causa que ahora no es menester explicar) pero obedeciendo siempre a la ley de la afinidad espiritual, queda junto al ser objeto de su posesión y no puede desprenderse mientras siga subsistiendo esa afinidad, así como tampoco el espíritu de la humanidad puede separarse nunca jamás del imán divino.
Por lo expuesto es que nuestra Maestra decía: refiriéndose a la necesidad de que el espíritu tenga, voluntariamente, afinidad con el bien. Somos peregrinos en el mundo; vamos y venimos a progresar: "Si llevamos a Dios en nuestro corazón, sentimientos y obras en El, queda lo de Dios en dónde quiera que estemos y según la Confianza: si en vez andamos más en lo mundano, el resultado será: Más vicios, más pasiones, más maldad ¿No lo palpáis todos los días?... Y aquellos que pongan de su parte empeño en dejar aquello que no conviene, lo conseguirán, pero si siguen con la idea metida en lo mundano, llegará el día que mucho tendrán que sufrir."
Quienes no comprendan por qué la humanidad se manifiesta con tanta maldad, de siglo en siglo cada vez peor, no obstante que todos tenemos la chispa divina, purísima, porque de Dios es venida, sabrán, de todos modos que nuestra envoltura espiritual es rústica (es decir ignorante y por lo mismo, de manifiesta maldad) y según sea la mayor o menor rusticidad, así será mayor o menor su maldad, la que se va perdiendo a medida que las múltiples reencarnaciones van conduciendo al espíritu hacia su limpieza, hasta llegar a ser esencia pura-Dios.
Como consecuencia de tales divinas enseñanzas, y como nos decía la Maestra: "Cuando la maldad llega hasta más no poder (que sucede al fin de cada 20 siglos), no queda más que un remedio divino: La cosecha Humana, llevándose nuestro Creador tres cuartas partes de la humanidad, quedando la cuarta parte restante para que con ella comience la Nueva era de la vida."
Es allá dónde se reconoce (porque el espíritu no tiene la cárcel del cuerpo) no haber comprendido a Dios. Es allá dónde se reconoce haber obedecido a la idea que engendra el mal, dejándose llevar por su inclinación o impulsos; y comienza el arrepentimiento, pero arrepentirse no es corregirse, si bien muchos son los que además de arrepentidos, toman cuerpo, corregidos de su maldad. Más ni el arrepentimiento, ni la corrección trae el perdón de los hechos cometidos contra nuestros semejantes, y como nadie allá los ha instruido acerca de las cosas de Dios (para instruirse se requiere el cuerpo de la tierra), se vuelve a la inclinación de la maldad.
Decía nuestra Maestra: "No os hagáis, pues, ilusiones. Yo quiero que cuando os vayais, vayáis con cuerpo bien limpio, y para eso tenéis que andar siempre con Dios." Los míos no se irán duros ¡tendrán que estar con muchos diablos, encima, para irse duros.
El espíritu humano, por rústico que sea, llegará, por la regeneración, como la flor que viene del fango a ser Puro y Limpio. El no ha formado el espíritu para que luego se pierda.
Ya sabéis que no pudo formarlo sino de las rústicas esencias que encontró, pero combinó y supo arreglar para que en las múltiples reencarnaciones vaya sacando la parte mala que contiene.
Al comenzar la Nueva era de la vida, comienza, también, un período de bondad porque Dios se ha llevado la mayoría de maldad y lo que queda es mayoría de bondad (no pureza), decía nuestra Madre, como comentario de ello, que para entonces hasta "Las aves del cielo se posarán sobre los hombros de los que quedaron para iniciar la Nueva era de la vida, y no se espantarán."
Más poco a poco, vuelven aquellos que fueron objeto de la cosecha divina, sin más maldad que la contenida en su propia esencia rústica espiritual y en el decurso de los siglos el mal vuelve a desarrollarse, (contagiando por el aire, como se contaminan las enfermedades transmisibles) hasta más no poder, y así cada 20 siglos, nueva Cosecha Humana, pero en las idas y venidas y en los sufrimientos (como la fruta que madura) poco a poco sobreviene la comprensión acerca de la Verdad y con ello, la regeneración.
La verdadera grandeza en el Universo, es la "Fe en Dios y la regeneración de la humanidad" dijo la Maestra.
Cuando se está allá, sin cuerpo, Dios no les enseña nada, ni puede hacerlo: "Se requiere cuerpo y el Maestro que enseñe lo que es de Dios": Son los Maestros que voluntariamente comienzan y terminan la obra -cada 20 siglos una vez- Tampoco obliga, Dios, a la maldad, a arrepentirse, ni a corregirse: Esta maduración espiritual sobreviene sola, con el sufrimiento. NI tampoco castiga Dios, ni al más perverso, el sufrimiento es el remedio que está rigiendo la regeneración desde el Principio de la causa inicial por lo que nuestra Madre decía: "El sufrimiento es la verdadera dicha de la humanidad."
De tales enseñanzas, y emanadas de quien ha sido precursora de los pasos del Nuevo Mesías, pronto a estar otra vez con nosotros, queda claro que por medio del espíritu-imán, Dios tiene el poder de llevar al más allá, no solo al espíritu de la humanidad, sino también a las esencias provistas de toda ignorancia (maldad), por lo que entendemos que el mal no puede quitarle a Dios nada de lo que es fruto de su Creación, y en cambio, Dios transforma todo el mal que ha quedado aprisionado en el Espíritu humano, por el imán del que tanto nos hablaba nuestra Maestra.
Nuestra Madre nos instruyó incesante e infatigablemente , acerca del llamado Hijo rebelde, que es el que gobierna las esencias de toda maldad, que las reúne para envolver a la humanidad en el torbellino de su perfidia.
Está escrito por Ella, está hermosa frase: "Dios ama a todos sus hijos, solamente que no puede hacer como son sus deseos, para poder formar una familia fraternal, por existir el hijo rebelde, que, como ya os he enseñado, aprovecha la ignorancia de sus hermanos; no comprende a Dios y pone la cizaña para envolver a la humanidad en el torbellino de todo lo mundano y arrastrarlo a las embravecidas olas del mar de lo mundano, para precipitarla a todos los abismos de la degeneración."
Hoy vemos el terrible espectáculo que aflige al mundo: Guerras entre naciones, guerra en los hogares, hambre, desconocidas enfermedades en la humanidad y en la hacienda y agricultura; los hombres no se entienden ni se comprenden, padres contra hijos y estos contra aquellos, inundaciones, sequías, terremotos. Desova el mal de todo lo malo sobre la humanidad, hasta el punto que lo que debió ser un santuario: La mujer; hoy es objeto de desconsideración e irrespetuosidad, cumpliéndose la profecía de nuestra Maestra que previno: "A vosotras mujeres, os digo: va a llegar el día en que no podréis andar solas por las calles sin que os falten de todo el respeto y luego que ni a la puerta de vuestras casas podréis salir."
Compréndase, pues, cuán necesaria es la Cosecha humana, en estos mismos instantes: ¿Qué solución, que no sea otra, podría Dios aplicar? Y por eso dijo la Maestra: "Démosle facilidad a Dios, con la Fe y la Confianza, para evitar lo que viene. "Estamos en el siglo de la Cosecha humana; de cuatro partes tienen que desaparecer tres, segados o vendimiados: con el bien o con el mal.
"Lo que debemos hacer es estar preparados para la ida. No me gusta la siega; me gusta la vendimia." Dios los quiere limpios y despejados, cortado el sufrimiento. "El mal quiere la siega, tronchados en catástrofes y desastres. Esos son los que se van con el sufrimiento.
"Por eso os recomiendo, vayáis siempre de corazón en Dios; porque aunque el mal pueda tronchar la planta, ¿Qué importa, si yo antes tomo la fruta?"
"Y no os hagáis ilusiones, porque nada está seguro en la vida."
"Dónde ahora es agua, se transformará en tierra; y dónde es tierra se formará agua. Estamos navegando y esta nave se va a pique."
"Quedará una parte dónde empezará una era de la vida, en la tierra de promisión, La República Argentina."
"Para entonces ya estaremos en puerto de salvación."
"Hijos, la unión es la fuerza para ayudar a Dios a evitar lo que viene."
"Dichoso del que comprenda, rico o pobre: Ese será el verdadero rico. Aunque no tenga qué comer, ha de tener el maná; y los otros no tendrán qué comer, y no se van a comer el dinero."
Cuando terminó la guerra y se le decía a nuestra Madre que ahora estaríamos mejor, La Madre contestó: "Hijos, la guerra no terminó, porque existe el mal y dónde pueda y como pueda los va a hacer sufrir."
Dice la leyenda: Cuando exista la destrucción de reino contra reino, de nación contra nación, de padres, hijos, hermanos, y parientes, catástrofes, desastres, miserias, hambre y demás, os digo que está próxima la venida del "Mesías."
"El hijo rebelde por más que se lo proponga con tanta cizaña, nunca podrá reinar en el reino de Dios. Y por más que quiera doblegar a la Humanidad, no pudo, ni puede, ni nunca podrá, porque le falta la Sabiduría divina: "Todo lo que se imantó -de maldad- en el espíritu de la humanidad, el mal no lo puede recuperar para sí, pues Dios lo lleva en su Cosecha para quitarles la mayoría de maldad."
"La humanidad comienza de nuevo, como al principio, (tres partes buenas y una mala) aunque después como nos enseño la Maestra, en el devenir de los tiempos, vuelve otra vez a ser arrastrada "a las embravecidas olas del mar de lo mundano" y así, se va llegando, por fin a lo Primero-Dios, que, comprendiéndolo, se lo obedece, hallando, en la obediencia, lo más hermoso: la Regeneración; y de allí a la Pureza, hay un solo peldaño de la larga escalera al cielo."
Decía la Maestra: "Con este trabajo, el revoque de rusticidad amasado en el espíritu como la sal en el pan, se formará de esencias ya mejoradas en camino a lograr su regeneración, que al fin será Todo en Dios, su parte integrante."
"Recibamos la Cosecha humana como tabla de salvación, para la maldad; los que son buenos en conciencia, sentimientos y obras en bien de la humanidad nada tienen que temer."
"Dios supo hacer: Su ley se cumple inexorablemente para nuestro bien, es decir, para llegar, por fin, a ser esencia Pura-Dios." |